fredag 29 april 2011

¡HASTA SIEMPRE POETA!

Gonzalo Rojas deja una extensa obra para los jóvenes
¡HASTA SIEMPRE POETA!

Escribe desde Gotemburgo, Christian Muñoz.




Gonzalo Rojas con La Banda del Trole Blues en el Bar La Playa, Valparaíso, Chile.


Conocí a Gonzalo Rojas la noche del 28 de septiembre del año 2000. Después de ofrecer una conferencia poética en La Sebastiana, la Casa Museo de Pablo Neruda en Valparaíso, Chile, nuestro vate llegó de improviso al tradicional Bar La Playa de la misma ciudad, donde La Banda del Trole Blues, de la cual fui fundador y cantante, se aprestaba a iniciar un recital.
Ante nuestra sorpresa y la de nuestros escasos, pero fieles seguidores, el Premio Nacional de Literatura de Chile y el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, ambas distinciones obtenidas en 1992, se nos acercaba para seguir, cuidadosamente, sus poemas musicalizados por nuestro grupo. Al final de la interpretación de “Adiós a John Lennon”, nuestro poeta cantó, a su manera, sus propios versos: “durmiendo toca hasta el fin, / estremecimiento de diamante, / no / huelas la locura de estas rosas”.
La magia estaba hecha. Me obsequió un abrazo que jamás olvidaré. Luego estallaron las fotografías con don Gonzalo al medio, su gorra negra de muchacho del siglo XX, su puño alzado y apretado, su mirada profundamente poética. Y sus palabras:
“Vengo llegando de Buenos Aires, la verdad que allí también el viento me fue propicio y ardía con gran vibración la gracia porteña del otro puerto grande. Pero esto de  acá me regocija”.
Volví a ver a Gonzalo Rojas una vez más. El Encuentro ChilePoesía reunió, entre el 20 y el 26 de marzo del 2001, a algunas de las principales figuras de la poesía contemporánea mundial. Los poetas invitados y confirmados fueron: Ernesto Cardenal (Nicaragua), Juan Gelman (Argentina), Lêdo Ivo (Brasil), Ferreira Gullar (Brasil), Alberto Blanco (México), Carlos Germán Belli (Perú), Antonio Cisneros (Perú), Amanda Berenguer (Uruguay), Adrienne Rich (USA), Rita Dove (USA), Yevgueni Yevtushenko (Rusia), Hans Magnus Enzensberger (Alemania), Nicanor Parra (Chile), Raúl Zurita (Chile), Miguel Arteche (Chile) y nuestro Gonzalo Rojas (Chile).
Desde un balcón de la Plaza Aníbal Pinto, en el centro de Valparaíso, el autor de “La Miseria del hombre” nos obsequió en una noche inolvidable algunos de sus poemas clásicos, como “¿Qué se ama cuando se ama?”, junto a otros más recientes, como el coqueto “Celular 09-2119000”. Ahora, el poema que lejos recibió más aplausos, sobre todo entre el público juvenil, fue el dedicado a Miguel Enríquez, un nombre que estuvo prohibido durante la dictadura militar (1973-1990). La muerte en combate del joven líder de la revolución chilena el 5 de octubre de 1974, le inspiró uno de sus más bellos poemas en esta línea de su poesía,  la de “testigo político”, tan escasamente estudiada hasta ahora. Allí, bajo las estrellas de Valparaíso, se fue gestando la idea de la memoria que escribí sobre nuestro vate para la Universidad de Gotemburgo.
El domingo 17 de enero de 2010 volví a entrevistar por teléfono a don Gonzalo. Me contestó con la misma amabilidad de siempre, con una voz entera y profunda, a sus 92 años de ser por este mundo. ¡Y vaya que sí lo conoció! Como poeta, toda la vida, y, como  encargado de cultura del gobierno de Salvador Allende, entre 1970 y 1973. El mismo día en que efectué la entrevista a nuestro autor se realizó la quinta elección presidencial tras el retorno de la democracia. Una fecha política, que coincidía con el tema del trabajo que escribí para la casa de estudios sueca.
De más está decir que Sebastián Piñera, el candidato que ganó el balotaje no era el candidato de nuestro poeta. En nuestra conversación nos explicó su posición “soy hijo de minero, conozco el personaje ‘hambre’. Soy ‘Allendero’, soy ‘izquierdero’, a lo largo de toda la vida sin casarme con nadie”.
Esta no es la última entrevista a Gonzalo Rojas, pero sin dudas es una de las pocas donde habló exclusivamente sobre la relación entre su poesía y la política. Rojas, Premio Cervantes 2003, máximo galardón en lengua castellana, dejó de existir este lunes 25 de abril a los 93 años.

ENTREVISTA TELEFÓNICA A GONZALO ROJAS
Domingo 17 de enero de 2010.


¿Cómo es que llega a convertirse en un testigo político, pero sin consigna?

Entiendo yo que el ejercicio poético de cada poeta aceptable exige eso, decir no sólo el encantamiento, sino que también el “tranco” – te estoy hablando en chileno -, los pasos que dicen relación con la historia y que son crueles, terrestres y duelen. Desde la partida tuve esa responsabilidad que se me impuso, la responsabilidad de tocar junto con la parte preciosa de la vida, los encantamientos, los desabrimientos o la pena, también las situaciones de la tierra que me tocó hospedar o vivir. Por eso en la partida, en el primer texto que se llama La Miseria del Hombre te encuentras con varios poemas de aspectos denunciantes, con cierto aire de denuncia, uno que se llama por ejemplo El dinero.


Efectivamente, ese es un poema de una contingencia económica total.

El dinero es un poema de denuncia a una banca o a una situación económica cruel. El juego que sale de lo que viene de lejos en la historia del hombre y que se llama el dinero. Que es una peste, pero funciona y no tiene arreglo, como una máquina cruel, terrible y monstruosa. Por un lado te hace trabajar y te exige pagar. Cuando lo empiezas a leer yo me refiero al “Río donde todos los ríos desembocan”, como si estuviéramos condenados a esa condición envilecedora de pagar y ser pagados. Y hay una frase muy viva ahí cuando el poeta dice “porque es la encarnación de la muerte”.

¿Nunca fue tentado a militar en un partido político?

Nunca fui tentable. Yo no he sido un poeta tocado por la exigencia de escribir lo político.

¿Pero UD. es de izquierda?

Soy “allendero”, soy “izquierdero”  a lo largo de toda la vida sin casarme con nadie. Soy hijo de minero, conozco el “personaje hambre”.

El título del libro Contra la Muerte representa muchas cosas, estamos hablando del año 64 donde la literatura es influenciada por los hechos históricos de entonces como la revolución cubana.

Yo tuve devoción y fui partidario de los grandes hechos que se dieron al empezar el año 59 y prosiguieron y todavía prosiguen. El año antepasado, después de 36 años, fui a La Habana de nuevo y concurrí allí por invitación de mis hermanos cubanos, quienes editaron un libro precioso, casi con todo el registro de mi obra, ¡sin ninguna errata! Imagínate ellos que tienen tanto desamparo económico, que no tienen recursos, que no tienen papel, fueron capaces de publicar y hacer un libro así.

Al llegar al libro Oscuro, publicado en Caracas, encontramos el poema Cifrado en octubre.

Eso lo escribí parado en un catre, recuerdo, allá en Alemania. Fue en Rostock y entonces me contaron que habían visto por la televisión que había sido acribillado el joven médico, de treinta años entonces, Miguel Enríquez Espinoza. Un muchacho al que conocí de temprano porque era compañero de mi hijo y que lo conocí desde siempre. Era muy brillante, creativo. Este poemita tiene un sello de política fresca, viva.


¿Y qué recuerda del poema Octubre ocho?

El día mismo que estaba en Lota en un pueblito que ha sido siempre el de los humildes (mi padre era minero del carbón). Había ido de visita a ese pueblito que es vecino de Concepción y estaba comiendo invitado por un señorito dueño del mineral aquel. Yo ya en ese tiempo dictaba cátedra en la Universidad y me distinguían sabiendo que yo no era del lado derecho (de derecha), entonces apareció un doméstico que estaba sirviendo los platos allí y me dijo “oiga compañero, mataron a Guevara”. Entonces eso me estremeció, no dije nada, por su puesto, no demostré mi tormenta, y en la noche, antes de dormir, intenté escribir un texto sobre Guevara, pero no me salía vivo, me salía torpe, en un primer intento del ejercicio poético. Ya durmiendo oí una voz, que yo se la atribuí a Guevara, y la voz decía esta frase “así que me”. Y ese “así que” fue mi clave para escribir. El poema empieza como narrándose. ¿Cómo empieza ese poema?

“Así que me balearon la izquierda, lo que anduve con esta pierna izquierda por el mundo…”

Allí izquierda parece referida sólo a la extremidad de la pierna izquierda, pero no es sólo eso, es la izquierda del “izquiervivo”, del “izquierdero”, de la izquierda mayor del mundo. Y como Guevara no era tan obsecuente, y te consta, yo como poeta responsable empleé un vocablo crudo en el registro de lo que quise, “así que me balearon la izquierda”. O sea que ese vocablo izquierda tiene al menos dos connotaciones, una la física, referida a la pierna y otra referida al lado político del mundo.

A Ernesto Cardenal le gustaba mucho ese poema…

Sí, Ernesto era partidario de ese poema.

Está escrito en primera persona.

Él habla porque él está diciendo todo lo que le pasó y está referido en político-histórico. Repara en cómo se cierra el poema, “dispara sin parar, mientras voy con Bolívar, pero vuelvo”. Ese es un poema abiertamente político.

Hay otro poema político en el libro Oscuro, Desde Abajo.

Cuando estos animales que estaban en el poder con sus armas sellaban los cuerpos que habían masacrado antes, los enterraban con piedras y en este poema el viento es la libertad. En lo mío siempre hay una especie de contrapunto. Las piedras que nos tapan y el viento.

Este poema es tan universal que podría haber sido inspirado en cualquier rincón del mundo donde se cometen abusos y en cualquier tiempo, ¿pero hubo algún hecho político determinado que inspirara esto?

No, en mí aunque te parezca extraño lo que prevalece es la imaginación. Yo soy testigo, estoy de acuerdo contigo, pero soy un animal con su imaginación fresca, viva, siempre, y por eso no se me da tan clara la idea de realidad v/s imaginación. Yo soy imaginación y realidad.  

¿Cómo define su poema Sebastián Acevedo?

Sangrientamente político, cruelmente político.

En Materia de Testamento  excluye de su herencia al golpe de estado en Chile y sus consecuencias, cuando escribe “al año 73 la mierda”.

Aún en la hermosura del registro amoroso está la realidad efímera y la cruel realidad de la injusticia social.


POEMAS DE GONZALO ROJAS MENCIONADOS EN ESTA ENTREVISTA


El dinero
Yo me refiero al río donde todos los ríos desembocan,
al gran río podrido,
donde vienen a dar nuestros pulmones que hemos criado para el aire,
al río coagulado que lleva en su corriente sanguínea los despojos
de nuestra libertad: todas las rosas
en sus alcantarillas comerciales,
las rosas del placer y de la dicha, las rosas de una noche
que se abrieron a todos los sentidos,
depositadas hoy en las aguas viscosas, donde las siete plagas
nos manchan y nos muelen, nos consumen, nos comen
con sus dientes inmundos bajo el beso y la risa del encanto.
El río entra en nosotros,
y nosotros entramos en el río.
Es una guerra a muerte, como la del microbio
que nos roba el color de nuestra sangre,
a cambio del sustento con que nos embrutece, y nos permite
unas horas de amor después de la fatiga del trabajo.
Cuando al amanecer saltamos al abismo
desde el confort caliente de nuestros blancos lechos,
y ponemos los pies sobre las cosas,
abrimos la ventana para mirar el cuerpo
de nuestra realidad, y antes que salga el sol
sale para nosotros la lividez del río,
el aliento malsano del río de la muerte
que nos cobra intereses por velar nuestra noche.
Por las noches, las prostitutas lo enriquecen,
los criminales que entran a casa de sus víctimas
con la muerte en los ojos, los avaros que creen
aprovecharse de él, y son las pobres pústulas
[1]
de este infinito río reventado
como llaga monstruosa.
Todos los miserables contribuyen
al desarrollo, al crecimiento informe
de este charco sin término.
Los Bancos y los Templos abren sus grandes puertas
para que pase el río.
Todo se normaliza para que el río reine sobre vivos y muertos
y de todos los ojos que corren por las calles
sale el color maligno de su agua purulenta,
y de todas las bocas sale el olor del río.
Comemos, trabajamos por el honor del río
y el día que morimos, nuestra mísera sangre
es devorada por el río,
y nuestros duros huesos que parecían dignos de la tierra
también sirven al río
como otros tantos testimonios
de su poder, que pone blandas todas las cosas.
¿Cómo parar su cauce envenenado,
cómo cortar las grandes arterias de este río
para que se desangre de una vez, y eche abajo
las tiendas y los tronos
que vive construyendo sobre nuestra miseria?
Pero no lo gritemos. Que él sabe nuestra suerte,
él es la institución y la costumbre,
él vence los regímenes, demuele las ideas,
él mortifica al pobre, pero revienta al rico
cuando no se somete a lamer su gangrena,
él cobra y paga, sabe lo que quiere
porque es la encarnación de la muerte en la tierra.

De La miseria del hombre, 1948.



Cifrado en octubre
Y no te atormentes pensando que la cosa pudo haber sido de otro modo,
que un hombre como Miguel, y ya sabes a cuál Miguel me refiero,
a qué Miguel único, la mañana del sábado
cinco de octubre, a qué Miguel tan terrestre
a los treinta de ser y combatir, a qué valiente
tan increíble con la juventud de los héroes.
Son los peores días, tú ves, los más amargos, aquéllos
sobre los cuales no querremos volver,
                                                             avísales
a todos que Miguel estuvo más alto que nunca,
que nos dijo adelante cuando la ráfaga escribió su nombre en las
                                                                                        [estrellas,
que cayó de pie como vivió, rápidamente,
que apostó su corazón al peligro
clandestino, que así como nunca
tuvo miedo supo morir en octubre
de la única muerte luminosa.
Y no te atormentes pensando, diles eso,
                                                               que anoche
lo echaron al corral de la morgue, que no sabemos
gran cosa, que ya no lo veremos
hasta después.

De Oscuro, 1977.


Octubre ocho
Así que me balearon la izquierda, ¡lo que anduve
con esta pierna izquierda por el mundo! Ni un árbol
para decirle nada, y víboras, y víboras,
víboras como balas, y agárrenlo y reviéntenlo,
y el asma, y otra cosa,
y el asma, y son las tres. Y el asma, el asma, el asma.
Así que son las tres, o ya no son las tres,
ni es el ocho, ni octubre. Así que aquí termina
la quebrada del Yuro, así que la Quebrada
del Mundo, y va a estallar. Así que va a estallar
la grande, y me balearon en octubre.
Así que daban cinco mil dólares por esto, o eran cincuenta mil,
sangre mía, por esto que fuimos y que somos,
¡y todo lo que fuimos y somos! Cinco mil
por mis ojos, mis manos, cincuenta mil por todo,
con asma y todo. Y eso, roncos pulmones míos,
que íbamos a cumplir los cuarenta cantando.
Cantando los fatídicos mosquitos de la muerte:
arriba, arriba, arriba los pobres, la conducta
de la línea de fuego, bienvenida la ráfaga
si otros vienen después. Vamos, vamos veloces,
vamos veloces a vengar al muerto.
Lo mío -¿qué es lo mío?-: esta rosa, esta América
con sus viejas espinas. Toda la madrugada
me juzgan en inglés. ¿Qué es lo mío y lo mío
sino lo tuyo, hermano? La cosa fue de golpe
y al corazón. Aquí
va a empezar el origen, y cómanse su miedo.
Así que me carnearon y después me amarraron.
A Vallegrande -a qué- ¡y en helicóptero!
Bueno es regar con sangre colorada el oxígeno
aunque después me quemen y me corten las manos,
las dos manos.
                       -Dispara sin parar
mientras voy con Bolívar, pero vuelvo.
Lota, 1967.

De Oscuro, 1977.


Sebastián Acevedo
Sólo veo al inmolado de Concepción que hizo humo
de su carne y ardió por Chile entero en las gradas
de la catedral frente a la tropa sin
pestañear, sin llorar, encendido y
estallado por un grisú que no es de este Mundo: sólo
veo al inmolado.
Sólo veo ahí llamear a Acevedo
por nosotros con decisión de varón, estricto
y justiciero, pino y
adobe, alumbrando el vuelo
de los desaparecidos a todo lo
aullante de la costa: sólo veo al inmolado.
Sólo veo la bandera alba de su camisa
arder hasta enrojecer las cuatro puntas
de la plaza, sólo a los tilos por
su ánima veo llorar un
nitrógeno áspero pidiendo a gritos al
cielo el rehallazgo de un toqui
que nos saque de esto: sólo veo al inmolado.
Sólo al Bío-Bío hondo, padre de las aguas, veo velar
al muerto: curandero
de nuestras heridas desde Arauco
a hoy, casi inmóvil en
su letargo ronco y
sagrado como el rehue [2] acarrear
las mutaciones del remolino
de arena y sangre con cadáveres al
fondo, vaticinar
la resurrección: sólo veo al inmolado.
Sólo la mancha veo del amor que
nadie nunca podrá arrancar del cemento, lávenla o
no con aguarrás o sosa
cáustica, escobíllenla
con puntas de acero, líjenla
con uñas y balas, despúntela, desmiéntanla
por todas las pantallas de
la mentira de norte a sur: sólo veo al inmolado.

De El alumbrado, 1986.


Desde abajo
              
Entonces nos colgaron de los pies, nos sacaron
la sangre por los ojos,
                                                          con un cuchillo
nos fueron marcando en el lomo, yo soy el número
25.003
                 nos pidieron
dulcemente,
casi al oído,
que gritáramos
viva no sé quién.
                                               Lo demás
son estas piedras que nos tapan, el viento.

De Oscuro, 1977.


Materia de testamento
A mi padre, como corresponde, de Coquimbo a Lebu, todo
            el mar,
a mi madre la rotación de la Tierra,
al asma de Abraham Pizarro aunque no se me entienda un tren
           de humo,
a don Héctor el apellido May que le robaron,
a Débora su mujer el tercero día de las rosas,
a mis 5 hermanas la resurrección de las estrellas,
a Vallejo que no llega, la mesa puesta con un solo servicio,
a mi hermano Jacinto, el mejor de los conciertos,
al Torreón del Renegado donde no estoy nunca, Dios,
a mi infancia, ese potro colorado,
a la adolescencia, el abismo,
a Juan Rojas, un pez pescado en el remolino con su paciencia
           de santo,
a las mariposas los alerzales del sur,
a Hilda, l'amour fou, y ella está ahí durmiendo,
a Rodrigo Tomás mi primogénito el número áureo del coraje y
            el alumbramiento,
a Concepción un espejo roto,
a Gonzalo hijo el salto alto de la Poesía por encima de mi
           cabeza,
a Catalina y Valentina las bodas con hermosura y espero que
           me inviten,
a Valparaíso esa lágrima,
a mi Alonso de 12 años el nuevo automóvil siglo XXI listo para
          el vuelo,
a Santiago de Chile con sus 5 millones la mitología que le falta,
al año 73 la mierda,
al que calla y por lo visto otorga el Premio Nacional,
al exilio un par de zapatos sucios y un traje baleado,
a la nieve manchada con nuestra sangre otro Nüremberg,
a los desaparecidos la grandeza de haber sido hombres en el
          suplicio y haber muerto cantando,
al Lago Choshuenco la copa púrpura de sus aguas,
a las 300 a la vez, el riesgo,
a las adivinas, su esbeltez
a la calle 42 de New York City el paraíso,
a Wall Street un dólar cincuenta,
a la torrencialidad de estos días, nada,
a los vecinos con ese perro que no me deja dormir, ninguna
      cosa,
a los 200 mineros de El Orito a quienes enseñé a leer en el
           silabario de Heráclito, el encantamiento,
a Apollinaire la llave del infinito que le dejó Huidobro,
al surrealismo, él mismo,
a Buñuel el papel de rey que se sabía de memoria,
a la enumeración caótica el hastío,
a la Muerte un crucifijo grande de latón.

De Materia de testamento, 1988.








[1] Pústulas: Abultamientos que aparecen en la piel en forma de bolsas pequeñas que contienen pus.
[2] Rehue: voz mapuche que significa “lugar sagrado”.





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